sábado, enero 13

Lilith

La muchacha descansaba junto al árbol. La brisa se enredaba en su cuerpo desnudo, meciendo sus cabellos. La hierva, húmeda, también se balanceaba al compás. La dulce armonía era palpable en el viento. Unos pequeños pájaros cruzaron el cielo, dejando caer de sus alas un pequeño polvo dorado, donde tocaba las más bellas flores florecían.

Con extremo sigilo un extraño ser se acercó caminando hasta la joven. Un brillo hizo que se sobresaltara y se despertara, encontrando junto a ella a un joven, con largas vestiduras negras. El pelo le llegaba a la cintura y sus ojos eran los más hipnotizantes que jamás pudierais llegar a imaginar. Con suavidad ayudó a la joven a levantarse. Ella se sonrojó al verse totalmente indefensa frente a aquel ser desconocido.

Tan solo las miradas eran las profanadoras del silencio que allí reinaba. Y una mano se posó en su mejilla. Aturdida, no pudo más que volver a teñirse de carmín y a mover con nerviosismo sus manos. Él, por el contrario, le miraba a los ojos, manteniendo siempre el contacto físico, y posó sus manos en el cabello de la muchacha, deslizando la mano por la nuca y haciéndola estremecer.

Como pequeña ardilla asustada, la joven no pudo hacer más que el amago para salir corriendo y alejarse de la bestia, pero este, más rápido y con mejores reflejos, la atrapó de la muñeca y la unió a él. Sus miradas aún seguían en contacto directo.

La chica temblaba del pánico que le producía, pero sintió algo sobre su cuerpo, algo que la resguardaba del viento y del frío, que la protegía. Él la soltó, dejando que comprobara lo que su piel acababa de sentir. Un hermoso vestido blanco la cubría, haciendo que sus largos cabellos negros y su tez pálida resaltaran. Asombrada dio vueltas sobre ella misma, la toga, que le llagaba por encima de las rodillas y se sujetaba a un solo hombro se ceñía a su cintura con un pequeño cordón de plata.

El joven se volvió a acercar y con una mano larga y unas uñas teñidas de negro, le ofreció una manzana, roja e incitadora. Ella, ingenua e inocente aún, la tomó, pensando que alguien tan amable no podía ser, en absoluto, malvado. Así que se la llevó a los labios, aspiró su aroma dulzón, intoxicante, y la mordió. Era la fruta más dulce y jugosa que jamás hubiera probado. Su néctar le llenó la boca haciéndola experimentar placeres jamás contados.

Sin previo aviso, ardilla, pájaros y toda clase de animales se acercaron con violencia, arrancándole el vestido y tirándola al suelo. Siguieron atacando hasta que esta cayó inconsciente. Más tarde, al despertar, se encontró en un páramo, tan solo dos pedazos de tela cubrían su cuerpo: sus pechos y sus genitales. Se encontraba llena de magulladuras y de sangre, lágrimas corrían por su rostro, la manzana aún permanecía en su mano.

Sintió un movimiento, una especie de animal, largo y verde, se movía arrastrándose a su alrededor. Y de nuevo aquella luz cegadora, cuando abrió los ojos se encontró al muchacho de antes, con la misma vestidura y la misma sonrisa.

Entonces entendió. Él era el diablo, el incitador, el pecador, el que la había expulsado del paraíso.

Pero aquél demonio le tendió la mano, la ayudó a levantarse, y pronunció su nombre, con voz clara, madura y sincera:

- Lilith

No hay comentarios: