sábado, enero 13

La virgen

Me gusta llorar cuando el frío cala mis huesos.
Sentir que quizás haya alguien más a mi lado.

Quisiera pensar que la muerte no pasará por mi casa esta noche.
Quizás me equivoque al creer que tus pupilas son indestructibles.

Miro a mi alrededor y me encuentro sola de nuevo,
entre las cosas que se marchitan con el paso de los días.

Me miro con desprecio en los cristales rotos.
Ya no soy la misma de antes,
probablemente tampoco la misma que mañana.

Ya no siento como mi cuerpo muere,
tan solo el frío que me envuelve.

Contra la superficie que refleja mi rostro,
unas gotas de sangre.

Me prometí que jamás volvería a llorar por mi soledad.
Pero lo he hecho.

Las promesas no sirven de nada.

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