martes, enero 16

Historia de un sueño

Siento unas manos recorriéndome las líneas del rostro. Despierto, no hay más que una semi-oscuridad insinuante que deja ver el contorno de tu cuerpo. Poco a poco me acostumbro a la penumbra y puedo distinguir con más facilidad los rasgos que te componen.

Tu cuerpo, sencillamente perfecto. No hay nada que lo manche, ni una cicatriz, ni un lunar, nada. El pelo se te ha acomodado en los hombros y se ha enredado en tus brazos. Ahora veo con más claridad ¿o será que la luna brilla con más fuerza?

Me pongo encima de ti, con extrema suavidad para no despertarte. Empiezo a recorrer con las yemas de los dedos tus hombros perfectamente formados, ni muy musculosos ni demasiado flacuchos. Empiezo a besar las vértebras que se te marcan debido a tu flaqueza. Con cada beso tu respiración se agita imperceptiblemente para cualquiera, menos para mi. Sabía que estabas despierto. ¿Cómo si no te ibas a estremecer con cada caricia que te prodigué?

No intentes engañarme. Sigo besando cada centímetro de esa espalda mientras con los dedos perfilo tu torso. Cuando llego al lugar donde pierde su nombre voy dejando un camino con mi lengua perfilando los besos ya dados.

No puedes resistirte más, sin saber como te volteas y me miras... A partir de ese momento no recuerdo nada más que nuestros gemidos.

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